lunes, abril 29, 2013


Almas paralelas.


     Me he sorprendido a mi misma, por  la conversación que hemos mantenido en el coche. Como tantas veces hablando de trivialidades. Yo te decía: --me suena esto, es por aquí… Y tu como siempre, reprochándome lo mal que me oriento y lo torpe que soy. Y yo pensando: “le debería de mandar a la mierda”. Y después me acordé, ¡ah!, si ya lo hice.

     Y entonces me di cuenta, estoy loca. Desde el día que salí de tu casa, jurando que nunca mas volvería, preferí inventarte para mí y no volver a pensar en el que de verdad eras, lo hice tan real, que seguimos discutiendo como antes. Todo es como entonces, pero con la ventaja de que cuando quiero te desconecto. Y lo hago cuando te pones pesado o cuando me haces sentir pequeña. Te amé tanto, que te he convertido en mi fantasma, en mi Pepito Grillo, siempre te consulto y me contestas con autonomía, puedo sentir hasta tu risa y a menudo sigo tus consejos.

    El otro día oí que te habías casado. Si estuvieras muerto todo esto seria más real, podrías ser mi fantasma particular. No he sentido que te casaras, ¡ojala seas feliz! Lo juré, jamás volvería a aparecer por tu vida, así que no tiene sentido convertirme en el perro del hortelano, ni refunfuñar por tu boda. Yo estoy bien, me quedo con el espectro que he fabricado de ti y después con mi vida aparentemente normal. ¿Sabes algo? Nadie sospecha que estoy loca, solo lo sé yo.

     Cuando veo a mis amigas sufrir por amor, me dan ganas de decirles que deben de hacer como  yo, pero me callo. No quiero estar en la lista de espera de ningún Centro de Salud Mental.

      A menudo pienso que aquel numerito que me montaste fue una estrategia para quitarme de en medio sin hacerme sentir mal, en ese caso te diré que eres aún más inteligente de lo que dicen. Aunque otras veces pienso que de verdad estas chiflado y mucho más que yo, por cierto. No por eso dejas de ser inteligente. Por algo sigo los consejos de tu espectro y le mantengo a mi lado después de tanto tiempo. Si algún día te dicen que no tienes alma, puedes decirles que la tengo yo.

     Te amé tanto, que creo saber lo que me contestarías en cada momento, que es fácil ver  con la expresión y el tono  que lo harías y  de hecho, yo lo veo. El trozo de ti que me perteneció sigue conmigo y me ha jurado que siempre lo estará. El otro tú que tristemente siempre me fue ajeno, ya sabes recién casado. ¡Feliz luna de miel!

martes, febrero 26, 2013


Ana-Malva en el país de las Maravillas.


Ana Malva era una niña de once años,  alegre y muy sentimental, amaba a los animales. Era morena con la piel canela clara y unos ojos negros preciosos con enormes pestañas, su pelo, rizado y castaño. Le molestaba  el rizo, siempre le parecía el pelo más corto, aunque era largo,  soñaba con lucirlo por la cintura. Ese era su primer sueño, el segundo, era convertirse en la mejor veterinaria de España y cuidar a los animales.

Un día, Ana que así le gustaba que la llamaran, se quedó durmiendo en el banco del jardín junto a sus perritas Bimba y Lía. Hacia un sol primaveral de lo más agradable y pronto empezó a soñar…

Llegó a su bonita clínica veterinaria, con su bata blanca y su pelo por la cintura. Allí estaba sentada, Lía su perrita beagles, era sin duda la mejor recepcionista que había podido encontrar, Lía les preguntaba directamente a los perros dónde les dolía y ellos se explicaban perfectamente y no como los dueños, que realmente no lo sabían, nunca sabían nada.
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–Hola Ana, estas muy guapa con el pelo suelto, dijo Lía.
–Hola Lía, dime ¿tenemos muchos pacientes esta tarde?
–Sí, bastantes. Ron el perro de Carlos, tiene gripe aunque el dueño cree que casi se esta muriendo, yo creo que lo arreglas bien con un buen jarabe. Después hay dos periquitos que están tristes, un canario que ha dejado de cantar, y un hámster con una verruga que habrá que quitarle. Eso es todo de momento.
–Muy bien Lía, eres la mejor. Ya puedes ir pasándolos por orden de llegada. Y dile a Bimba que pase a ayudarme, yo sola no podré con tanto.
–Enseguida, Ana.

Ana pasó la tarde atendiendo a sus pacientes junto a Bimba. Lía atendiendo las llamadas. Estaba encantada de sus dos ayudantes, nunca discutían con ella. Aún recordaba los días en que fue mamá la que le ayudaba y no paraba de quejarse de cómo se hacían las cosas. El negocio había ido bien, consiguieron una buena cantidad de dinero y Ana decidió llevarlas a cenar, subieron las tres a su coche ranchera y descapotable.

 A Bimba le apetecía ver el mar, así que se dirigieron a la playa. Vieron que la casa de Pablo estaba abierta y Bimba quiso visitar a su hija Mancha que vivía con él. Ana pensó que sería buena idea hablar un buen rato con un ser humano. Decidieron recoger a Pablo y a Mancha, pasaron por un Mcdonald, compraron un menú para cada uno, el de los humanos con patatas y bebida, los otros tres con doble de hamburguesa.

Cenarían en la orilla del mar, aunque hacia un poco de frío y ni Pablo, ni Ana pensaban bañarse, las tres perritas si lo hicieron y jugaron y corrieron por la playa, mientras los dos primos saboreaban su cena y hablaban de sus cosas. Ana le comentaba a Pablo lo feliz que era, trabajaba con sus mejores amigas, nunca discutían, ganaba bastante dinero y tenia el pelo extra largo, más feliz no se podía ser.

Ana se enfadó bastante cuando oyó la voz de mamá llamando para la cena, se despertó y vio a sus perritas durmiendo junto a ella. ¡Qué pena! Pensó, –solo ha sido un sueño. Mamá le dijo que no se enfadará que había venido su primo Pablo y cenarían  Mcdonald, además que Pablo se había empeñado en comprar doble de hamburguesa para las perritas, ya que estaban de oferta. Y también estaba Mancha.

A Ana enseguida se le pasó el enfado y se sintió feliz y con mucha suerte en la vida, ya tendría tiempo de que su pelo creciera y de trabajar.








miércoles, enero 23, 2013

La oposición equivocada






La oposición equivocada.

A veces vivimos acumulando cosas, obras de arte, fotos, cubiertos de plata y preciosos muebles. Yo también lo hice y después morí y murieron mis hijos. Y mis nietos no supieron qué hacer con tantos trastos, los tiempos han cambiado mucho. Ahora no hay sitio ni tiempo, ni ganas de custodias. Se lleva una vida práctica. Los libros ya no se acumulan en estanterías, están en un e-book. Los muebles grandes no caben en las casas, dicen que tienen aire tétrico. Traen los muebles en pequeños paquetes, los montan y no pretenden que duren. Nadie quiere ya que sus nietos hereden la puñetera mesa, ni siquiera que les acompañe durante su corta vida. Certifico que es corta, la mía lo fue en exceso. Yo quizás tuve la suerte de dejar un digno cadáver y el respeto vitalicio de mis hijos y de mis nietos por referencia.

Mi hija pequeña solo tenía cuatro años cuando dejé viuda y seis hijos, la mayor con diecinueve años. No existía por entonces más que unas pequeñas mutuas que aportaban ridículas pensiones y colegios sectoriales de huérfanos, así que mi viuda gestionó medio bien la educación de mis hijos, que pronto aprendieron a ayudar a su madre económicamente y ella, mimada princesa, terminó tiranizando a las chicas tal y como había hecho conmigo, mientras me tuvo a su lado.

Mi mujer, con la que por cierto discutía a diario, me amaba entonces en lo más profundo de su ser. Si me hubiera amado así mientras vivía, probablemente hubiera sido un hombre feliz. Pero en vida ni supo, ni supe darle felicidad. En su afán de rendirme homenaje, aún rozando la miseria, no quiso desprenderse de nada que le recordara a mí. Guardó con celo todas las pequeñas y grandes cosas que yo había ido adquiriendo a lo largo de mi corta vida, e inculcó a mis princesas esta misma costumbre. Cuando en realidad, yo en los últimos tiempos, por mi situación económica trataba de vender todo cuanto tuviera valor alguno y hacía gestiones para conseguirlo. Así quedó reflejado en las numerosas cartas que redacté ofertando todas mis adquisiciones en pintura, escultura y muebles antiguos. Cartas que supongo que, aún seguro fueron leídas por mi familia, ya que archivé copia de cada una de ellas, jamás se mencionaron. Se corrió un tupido velo acerca de mis escritos y correspondencia y se inventaron un padre y un marido que poco tenía que ver conmigo. Eso sí, crearon un estudiante precoz, brillante y estupendo doctor en medicina. La verdad es que tuve mucho que darle a la ciencia y le di cuanto pude, no tuve tiempo de más.

Mi vida poco tenía que ver con mis proyectos. La sociedad reaccionaria y provinciana limitaba las oportunidades. Planeaba por tanto llevar a la familia a Madrid y otras muchas cosas más que se ocultaron para siempre. Hasta que la nieta que no conocí, deshaciéndose de trastos viejos y sacando por ellos lo que los piratas del arte le ofrecían, rescató mi legado, mi correspondencia y mi primer diario.

Tengo que confesar que había otro diario, que es de lo poquito que mi mujer y mis hijas hicieron desaparecer. Este diario mataba al padre que habían mantenido vivo durante tantos lustros. El papi que no era yo, si no el que ellas hubieran querido que fuera. ¡Qué suerte tuvieron! Fui tal como soñaron, desde el momento de mi muerte hasta el de las suyas, para lo que por cierto pasaron bastantes años.

Dejé de observar el día que vi que ninguno de mis seis hijos parecía feliz; su evolución poco o nada tenía que ver con las orientaciones que yo les hubiera dado. Ninguna de las chicas formó una familia, me imagino que en eso algo tuvo que ver mi princesa, actuando de "espanta novios". Aunque ellas supieron organizarse en su economía mejor que los chicos, que sí tuvieron familia. Ellos no parecían hijos míos, no eran nada independientes a nivel afectivo, buscaban la felicidad donde jamás existió, en la mediocridad.

Me cansé de oír fantasías sobre mi persona. ¡Caray!, yo era republicano y mis hijos de derechas. Decían que yo hubiera sido de derechas si hubiera conocido a un tal Girón, que por lo visto instauró la Seguridad Social en España. Decían que yo hubiera, hubiera, y hubiera... Cuando realmente yo sería yo, y ellos serían diferentes, llevarían mi impronta, me habría metido en sus estudios, en su futuro. Me temo que los que cambiaron su destino al morir yo, fueron ellos.

Yo nací en Madrid en febrero de 1882, viví allí hasta los diez años y después me trasladé con mi familia a Valencia. Mi padre era abogado y tuvo la oportunidad de administrar el Castillo de Montesol. El marqués confiaba ciegamente en él, y no era para menos. Era el hombre más íntegro que conocí en mi vida. Mi madre, una dama.

Éramos cuatro hermanos y crecimos felices y con hambre de aprender. Yo era el segundo. Mi hermano mayor, Gonzalo, siguió los pasos de nuestro padre, estudió Derecho y trabajó con mi padre hasta que se enamoró y se fue. Mi hermano Nenín era pianista, al ser el pequeño y mostrar inquietudes musicales, mis padres le orientaron en esa carrera. Aunque era inconstante y de personalidad desordenada, a menudo no cumplía sus compromisos y terminó mendigando por nuestras casas y alterando los nervios de todos. Mi hermana Pilar se casó con un militar de una conocida familia y dedicó sus días al cuidado de los suyos.

Yo me decanté por la medicina, era buen estudiante y desde pequeño sentí que era mi destino. Amaba las prácticas curativas. Terminé la carrera con buenas notas en 1902 con solo veinte años y me fui a Madrid a cursar el doctorado. Allí conocí gente muy interesante de la ciencia y la cultura e intenté hacerme una clientela y establecerme. Pero mis habilidades en este terreno eran nulas. Así que una vez convencido de que eso no era lo mío, decidí hacer oposiciones. No quería dejar aquel ambiente, pero no podía de ninguna manera pedir a mis padres más esfuerzos económicos y a fin de poder independizarme, comencé a estudiar todas las oposiciones que caían en mis manos. Me centré principalmente en las de La Beneficencia de Madrid, y aquello fue un desastre; aprobé con suerte el primer examen pero algo pasó con el Tribunal, se enfadaron entre ellos y tardaron siglos en citarnos para la segunda convocatoria. A modo de broma me presenté a las oposiciones de Médico de la Armada; solo me dio tiempo a leer por encima el temario y cuál fue mi sorpresa cuando constaté que había obtenido el número dos. Me vi de la noche a mañana convertido en militar y viviendo en Cartagena, con subordinados galones y todo. Aquella chiquillería cambió el rumbo de mi vida para siempre.

Por mi carácter pacificador e inquieto, no era en el ejército donde me sentía mejor. No tardé en adquirir fama de listo y trabajador. No nos engañemos, allí mis colegas no trabajan mucho. Una vez aprobada la oposición, se dedicaban a administrar lo poco que ganaban y a ascender. No querían complicaciones, nada que les hiciera dedicarse a la molesta tarea de pensar. Así que aún trabajando poco parecía que trabajaba mucho, y aquello me trajo no pocas dificultades, aunque también ciertas ventajas. Allí todo se asumía como una orden, tanto por los superiores, como por los subordinados; no valía un consejo ni una discusión sobre nada. Y para la medicina no hay nada peor que eso.

Cuando podía viajaba a Valencia, no tanto como quería ya que el dinero no me llegaba para mucho. Mi novia rompió su compromiso conmigo por mi falta de atención, unida al mal servicio de Correos. Mi familia entendía cómo estaban las cosas.

Decidí entonces montar una consulta privada. Alquilé una casa espantosa con un papel pintado que se caía a jirones; pasaba mucho tiempo tratando de adecentar aquel espacio. Daba a un callejón oscuro con olor a orines y a una pensión donde se ejercía el oficio más antiguo del mundo. La mayoría de mis pacientes no tenían recursos. Visto lo visto me especialicé en urología y me llegaron a conocer como el "sifilólogo". Con tal sobrenombre tenía naturalmente una buena cartera de clientes, pero todos con pocos recursos; a los que más tenían era igual de difícil cobrarles ni un céntimo. Me fabriqué una lámpara y fui adquiriendo una buena biblioteca. Podía estudiar y pasaba mucho tiempo allí, la mayoría de las veces enfrentado a mi peor demonio, la pereza.

En el hospital, todo seguía igual que al principio, guardias tranquilas y conversaciones relajadas. No era mi plan de vida. Mi inteligencia y mi saber, empezaban a mermar a velocidad de vértigo, así que centré todas mis habilidades pequeñas y grandes en trazar un plan para salir de allí. Encargué un par de trajes nuevos y comencé a frecuentar el Casino, a participar en tertulias y a relacionarme con la gente más culta y con más inquietudes de la población. No me costó nada entrar en ese ambiente. Una cosa llevó a la otra y al poco tiempo ya tenía una consulta decente, con clientes de recursos. Fue entonces cuando decidí dejar el ejército y gastar todo mi tiempo en progresar. La cosa pintaba bien. Nunca hablé por hablar, estudiaba, me informaba y después, afirmaba. Comencé a ganar bastante dinero y a considerar que era hora de formar una familia. Fue entonces cuando entró en escena mi princesa.

Hermana de un colega inteligente y pintoresco, me la metió bastante por los ojos. Ella era ambiciosa y contraria a mí políticamente, pero sin darme ni cuenta estábamos comprometidos y haciendo planes de futuro. No fue una relación fácil en ningún momento, aún así la amé y formamos una gran familia. Tuvimos seis hijos y difícilmente nos poníamos de acuerdo con respecto a su educación o a cualquier otra cosa. Para no discutir decidí centrarme en el trabajo y dejarle a ella la administración de la casa y el cuidado de los chicos.

Comencé a trabajar en muchos sitios; fundé y dirigí un hospital, colaboraba en el centro de la tuberculosis, seguía con mi consulta, tenía cargos en el Colegio de Médicos, en la revista médica; escribí un libro sobre la gripe y me afilié al Partido Socialista. Apenas veía a mis hijos, me pasaba horas escribiendo y estudiando en mi despacho y a veces me iba al trabajo sin haber pasado por la cama. Profesionalmente me fue bien, pero nunca conseguí ser feliz. El resultado era que yo ganaba más y más, pero en casa se gastaba cada vez más. Nunca le dije a ella que tenía que recortar gastos, mi papel en esa casa era que no faltara de nada, solo se lo decía de forma sutil, sutilezas que nunca captó. Mi crédito mermaba y nunca llegaba, cada vez eran más cosas, más servicio, más ropas, más de todo. Yo cada vez trabajaba más y tenía menos. Con frecuencia pensaba que solo llegaría a estar tranquilo el día que me quedara tieso.

Llegó la República y de esa manera, me convertí en uno de los cuatro vicealcaldes del Ayuntamiento. Marzo de 1931, cuarenta y ocho años, seis hijos y cinco trabajos, ahora seis. Las cuentas del Ayuntamiento eran un desastre, peor aún que las de casa, allí no había un duro. Yo tenía dos intereses; el primero era que la población tuviera un agua de calidad, pues como médico veía la cantidad de gente que moría por las malas condiciones del agua. Y el otro era que al final se terminará la obra de las "Casas Baratas”, barriada emprendida por el ayuntamiento anterior y que quedó abandonada por falta de pagos. Estas viviendas venían a solucionar el problema de alojamiento de muchas familias, previo pago de un pequeño alquiler social y con opción de compra. Pero no había dinero para nada importante y se hacían suscripciones para ornamentar la ciudad, pero nunca para estas cosas. Lo difícil de todo ello era no perder los nervios, jamás los perdí en público. Me dejaba ningunear por todos, por mis compañeros de la Alianza Republicana, por la oposición y por mi propia mujer.

Una mañana de agosto me dirigía al Ayuntamiento a un Pleno extraordinario sobre las "Casas Baratas". Me venía doliendo la cabeza desde hacía varias semanas, no hacía más que repasar cuentas de lo que me debían, de lo que debía; de la clínica, de la casa, del Ayuntamiento, del hospital. Nada cuadraba en ese balance mental. Y así fue como en medio del Pleno, me dio un infarto cerebral que no supe ver con antelación, aunque sabía que cualquier día me pasaría. A los tres días descansé para siempre. La ciudad me rindió homenaje, me pusieron una calle. Mi mujer me adoraba. Y en los periódicos dijeron: " Ha muerto un hombre bueno y un excelente doctor". Lo certificó mi partido y también la oposición. Sacaron adelante mis proyectos en el Ayuntamiento. Mi familia se fue a vivir a las "Casas Baratas". Yo a un Campo Santo de aquel sitio al que me llevó la oposición equivocada.

viernes, diciembre 28, 2012

No es lo que parece

¡Miedo no, fue pánico lo que sentí aquel día! La gravedad de la tierra parecía haber desaparecido para mí, la intuía allí abajo mientras flotaba y me agitaba sin poder controlar mis movimientos, estaba paralizada. No podía separar los dientes, me dolía la mandíbula. Casi no tuve tiempo de pensar en nada. Quería gritar, llorar, pedir ayuda; pero nadie parecía oír mi quejido. Sabía que no estaba sola, aunque no podía ver, ni oía. No había luz, solo una muy pequeña y lejana que no servía sino para presentir lo lejos que estaba de mi espacio, de mi familia y amigos. ¿Cómo me pude embarcar sola en aquella aventura? Ahora ya no importaba, no creía que saliera viva de allí. Pensé que si no caía en el vacío, una arteria de la cabeza me reventaría, no podría seguir soportando esa presión. Me había metido en un buen lío, donde se juntaban todos los elementos que odiaba: espacio cerrado, oscuridad e inestabilidad. Y para colmo en ningún momento podía saber si tenía alguien detrás. ¡Odio no saber quién hay detrás, no controlar la situación! Toda mi vida pasó por mi cabeza, pensé que mi hija tendría que haber estado conmigo, tuvo suerte de librarse, fue una providencia que quisiera ir al baño con su amiga, estarían las dos a salvo. Quizás no la volvería a ver, tampoco podía recrearme mucho pensando en los demás, todo mi intelecto estaba desbordado por el miedo, el miedo es más fuerte que el amor, que el orgullo y la vergüenza, aunque se siente con menos frecuencia, es mucho más intenso. Por fin todo empezó a volver a la normalidad, parecía increíble, la agitación se fue desvaneciendo hasta desaparecer, podía ver. Al poco tiempo estaba en la calle, sintiendo el calor y la luz del sol y viendo a mi hija sonreír, mis pies en el suelo... ¡Felicidad! Me había dejado engañar sin duda por el nombre de la atracción. Mi consejo es que si vais a Eurodisney  no os subáis a una atracción llamada "Nemo". ¡No es lo que parece!

sábado, diciembre 08, 2012


Las judías mágicas. 
Asun Sánchez de Val


Ahora soy un hombre rico, pero cuando era pequeño viví en la miseria. Hasta qué un día llegó mi buena fortuna y os voy a explicar como:

Vivía junto a mis padres en una pequeña casita en el bosque, mi padre era labrador y día tras día pasaba las horas trabajado las tierras de los  ricos a cambio de un poco de comida. Un día enfermó a causa del frío y a los pocos días perdió la vida, nos quedamos solos mamá y yo. Mi madre era una mujer nerviosa y no podía trabajar, era débil. Así pasaban los meses y no teníamos que llevarnos a la boca. 

Por eso empecé con sólo seis años a buscar setas  por el bosque, granos, a plantar tomates y judías. En una ocasión ayude a una viejecita a cruzar el río. A cambio aquella mujer me regaló una bonita bolsa, yo creí que contenía monedas, pero cual fue mi decepción al abrirla que sólo había unas semillas de judías, sin ilusión las plante en la puerta de casa y me acosté. A la mañana siguiente era imposible abrir la puerta ,las judías habían crecido y tenían un tamaño impresionante, llegaban hasta el cielo. Lo primero que hice fue arrancar una y con ella preparé comida para toda la semana. Cuando mi madre despertó, me ordenó que cortara la mata. Antes de hacerlo, llevado por mi curiosidad quise trepar, pensando lo que se vería desde arriba, le dije a mamá que la cortaría al atardecer. Ayudado por una cuerda comencé a subir por la planta, ¡que bonito todo aquello!, podía ver los pueblos cercanos y algunos que no sabía ni de su existencia. Ya estaba a la altura de las nubes y quise dormitar en una de ellas, así que subí más y más alto. Perdí la noción del tiempo, ya debería de ser la hora del almuerzo. De pronto como flotando entre las nubes vi un inmenso castillo y  pensé que tal vez me darían algo de comer, el viaje había sido largo e incómodo.

Animado por el hambre y la curiosidad, golpee el pomo de la puerta y escuché al otro lado un grito terrorífico.
-¿Quien  tiene la osadía de molestarme en la siesta?-, me escondí muerto de miedo. Un ser horrible y gigante con un solo ojo abrió la puerta, al no ver a nadie la golpeó y se fue, lo hizo con tanto genio, que la puerta se volvió a  abrir. No se cómo estuve, pero me colé en aquella fortaleza.  Pude ver al gigante contar y recontar monedas de oro, debería de tener una gran fortuna. Después le vi sentarse en un rincón y llorar, maldiciendo su suerte y su soledad. Empezó a soplar un fuerte viento y se percató de que la puerta estaba abierta, enseguida imaginó e incluso olió que no estaba sólo. Cerro la puerta, echó el  cerrojo y empezó a poner todo patas arriba buscando al intruso, que era yo. Finalmente dio conmigo, que me escondía en la cocina debajo de una palangana, la culpa la tuvo sin duda el sonido hambriento de mis tripas.
—¿Qué haces aquí?, maldito rufián, ¿cómo has llegado?—
  No me salía la voz del cuerpo.
 —¿Quien eres?, ¿no sabes hablar?
—Si señor
   Le conté como llegue. Me escucho atentamente y después dijo: 
—Qué importa la manera en que llegue la cena a la mesa, lo importante es que llegue. Esta noche te acompañaré con las judías por las que has trepado.—
   Y me encerró en un cuarto vacío.

Desde aquel rincón oía las idas  y venidas del gigante y sus llantos, maldiciendo una y otra vez su soledad. Pensé como librarme de acabar en su plato y pensando, pensando llegué a la conclusión de que debía de apelar a su soledad y ofrecerle mi amistad. Aunque no sabía como hacerlo. 

Llegaron las 7.00 de la tarde y mi corazón empezó a temblar fuerte, el miedo me paralizo las piernas. Oí como se aproximaba a la habitación y me desmaye. Él pensó que me había muerto y creyendo que tenía alguna enfermedad, no se atrevió a cocinarme. Me depósito en el poyo de la cocina y sin saber muy bien que hacer conmigo comenzó a preparar un inmenso plato de judías. Mientras cocinaba, desperté despistado, no sabía donde estaba, enseguida fui consciente y él ya me estaba mirando, así que no puede huir. Y dije muy flojo:

—Te he oído llorar, ¿por qué estas tan sólo?
—¿Cómo te atreves maldito rufián, cómo osas preguntar?
—Yo también me siento solo, no tengo amigos, me encantaría tener uno, para jugar a las cartas, al escondite y sobre todo para reír, para reír mucho contando historias
    El gigante calló durante largo rato, y después dijo:
—¿De verdad quieres un amigo?, no sé si sería buena idea ser amigo de mi cena.
—¿Por qué no?, —dije yo—,  los dos estamos solos.
—   Te propongo una cosa—me dijo—, te quedarás dos días y jugaremos a todo lo que sepas, si consigues que me ría tres veces, te perdonaré y tendrás que venir a jugar dos veces por semana. —
  Acepté el trato de buena gana.

Durante los días siguientes hablamos de todo, de la gente de abajo, del colegio. Le enseñe a leer, a escribir, le conté cuentos y jugábamos al fútbol, al escondite a todo cuanto yo sabía. No río tres veces, sino muchas más, reía todo el tiempo. Cuando cocinaba apartaba un pellizco para mí, lo que era más que suficiente. Me preparó una cama con mucho esmero y cuando llegó la hora de mi partida, me regaló una moneda de oro, tan grande que casi me mato en el camino de vuelta.

Cuando llegue a casa  mamá estaba preocupada, había llorado mucho pensando que me había perdido. Pero cuando cuando le conté todo,  se mostró feliz. Vendimos el oro y pudimos comenzar a vivir con holgura. Mamá me hizo prometer que sería agradecido con el gigante y cumpliría mi promesa.

Así lo hice, todas las semanas trepaba dos veces por la mata y jugaba  con mi nuevo amigo, lo pasábamos muy bien, realmente se había convertido en un gran tipo. Cada vez que volvía a casa lo hacia con una nueva moneda de oro, el oro parecía fluir mágicamente en aquel castillo, nunca se acababa.

A los años una de las veces que le visite, le encontré enfermo. Me quedé con él cuidándole hasta el final de sus días.  Después,  encontré una nota diciendo que era su deseo que me quedara con todas sus posesiones, así fue como descubrí a la gallina. Mi amigo tenía una enorme gallina que no ponía huevos, sino gigantes monedas de oro, por eso nunca se acababa. Recogí la gallina y algunas cosas de valor y me deslice por la planta, mientras bajaba vi como el castillo se desvanecía y desaparecía.

Es por eso que hoy soy un hombre rico, porque tuve un amigo verdadero.

FIN.

lunes, enero 19, 2009

DISFRUTA



Las cosas mejoran solas, solo hay que quererlo así. Querer algo con todas tus fuerzas, significa que ese algo llamará pronto a tu puerta.



Querer regodearte en la miseria, signifíca, que la miseria no te dejara de lado.





  • Ten amigos con buen rollo.


  • Disfruta de la vida a tope.


  • Sueña con todo lo que quieras conseguir.


  • Vive y deja vivir.


  • Respira hondo y disfruta, vuelve a respirar y vuelve a disfrutar.


  • Disfruta de tus hijos, de los amigos, del amor, del día, de la noche, del perro, de los pajaritos, de la cerveza, del café, del agua, del calor, del frío, de tu coche nuevo, de tus libros, de tu música, de comprar barato, de tus negocios.


  • Riéte de todo y entiende la vida.


  • Disfruta de los cambios: de estado, de bienes, de amigos, de muebles, de todo.


  • Disfruta, cuando pagues una deuda, disfruta cuando te paguen lo que te deben

  • Lo importante es disfrutar, nadie lo va ha hacer por ti.

viernes, noviembre 28, 2008



Una nueva etapa empresarial, esperemos que fructífera.
Al menos hay ilusión, y vemos un camino a seguir.
Gracias a todos los que me han ayudado, algún día espero demostrarles que valió la pena.
A todos los que me dejé en el camino, decirles que la vida es así, que nos pone a todos en nuestro sitio y que me han enseñado mucho, mucho muchisimo. Sobre todo a desconfiar. A todas las personas que forman parte de este proyecto, que gracias por su paciencia, por su confianza y sobre todo por seguir trabajando sin saber por donde íbamos a salir. Ahora si les digo que confíen, esto va a ser magistral.

jueves, agosto 14, 2008

NI DE MI PADRE

Menudo veranito, ya no me fío ni de mi padre

miércoles, junio 04, 2008

SIEMPRE


EL CIELO, SIEMPRE NUBLADO.

NO LLUEVE, PERO NUBLADO.


MI VIDA, SIEMPRE VARADA

NO MUERO, PERO VARADA.

domingo, mayo 11, 2008

GRANDES CAMBIOS


Me encuentro en una época de grandes contradicciones, con un futuro realmente incierto, en el que veo varias puertas que se abren, y otras que se cierran para siempre.



No se si mi vida cambiara radicalmente en un par de meses, para bien o para mal, lo que quisiera es en un par de meses no seguir haciendo me esta pregunta, que lleva dos años sin respuesta. Y ahora para ayudarme; la crisis, dicen que: "Mal de muchos consuelo de tontos". Yo muy tonta, no seré, ya que no me consuela lo más mínimo. Solo espero que los cuatro listos que compran cuerdas de ahorcados a precio de saldo, se fijen en mi, para poder fijarme yo en la vida, la vida, que bonita palabra. Y que sensación de perderla da estar metida en un laberinto, (nunca se me dieron muy bien), se que tienen salida, pero no se donde esta. Cuando creo que he llegado, me encuentro con otra pared, más alta, más infranqueable, peor.



De refresco, un viaje, ¿el último?, ¿el primero de una nueva etapa?, quien sabe. Un bonito momento, para atrapar en el recuerdo. Si no hubiese recuerdos así... . Un momento para apuntar en el cuaderno de la vida, la vida, que bonita palabra....



"Estocolmo"




jueves, febrero 28, 2008

HOY PUEDE SER UN GRAN DÍA

ME DESEO EL DOBLE DE SUERTE QUE NECESITO, POR SI DESPERDICIO ALGUNA,

lunes, febrero 25, 2008

ALGUNOS HOMBRES BUENOS


































































CASI NADA

VOTARÉ

Votaré a pesar de los políticos, de sus baños de masas y de su demagogia. A pesar de no proponer soluciones, si no parches compra votos. A pesar de luchar más por el desprestigio del oponente, que por su propio prestigio. A pesar de ser repulsivos, pesados, incongruentes y un tanto babosos. Votaré más por lo que no pienso, que por lo que pienso, más por tradición que por creencias, más por inercia que por fe.
Votaré y me retorceré de hiper responsabilidad. Pero si los míos no ganan, tendré derecho a criticar durante cuatro largos años, y si ganan, me callaré durante otros tantos.
Votaré, a no que me salga un plan estupendo. ¿Alguien me propone algo?, no. Pues votaré.

OTROS


COMO DECÍA MI PADRE: "OTROS VENDRÁN QUE BUENO ME HARÁN"

domingo, febrero 24, 2008

ADIOS!!!!


NUEVOS VICIOS


Vamos a verte en pelotón, cuando nos aburrimos. Mis amigas y yo, mi hija y yo, mis sobrinas y yo, mi cuñada y yo,.. Y divagamos, de pronto cambiaríamos nuestras casas de cabo a rabo, cambiaríamos el mundo. Y somos expertas donde las haya en tus atajos, en tus rincones, en tus ofertas. No importa que no podamos cambiar la casa, nos conformamos con que alguna de las que vamos cambie algo, aunque sea el gel del cuarto de baño. Una dice que se deja en ti el sueldo, ella no es la única. Los que tenemos más responsabilidades digamos que nos dejamos lo que podría ser un excedente salarial, pero que en realidad es un agujero en la VISA de grandes proporciones.
Y bueno, terminas siendo de la familia, con tu asignación mensual y todo, dejándonos las casas monísimas y ordenadísimas. Y el cuerpo baldado de agujetas de cargar y montar. La nueva generación de cuarentonas hemos cambiado las salas de bingo y el poker duro de nuestras antecesoras, por las compras locas en Ikea y el bricolaje.
Lo reconozco, estoy enganchada. ya pueden ir inventando una terapia, se muy bien que no soy la única.., y ahora que estoy dejando el tabaco, que tiemble mi destornillador eléctrico.

martes, febrero 19, 2008

A PAPA



¡QUE GUAPO!
Querido papá:
Hoy hace dieciséis años, que te fuiste para siempre. Un viaje sin retorno, el más largo, sin duda. Me acuerdo de aquel día como si fuera ayer, recuerdo cada detalle: a mi madre, a mis hermanos, a tus hermanas, el clima, la gente, el bullicio, la angustia, la pena, esa falta de aire.
A veces me cuesta perdonarte que te fueras así, con todo tan liado. Me cuesta perdonarte que me dejaras con semejante jaleo, que no he sido capaz de desliar en dieciséis años, me cuesta sobre todo perdonarte que desde allí no me tires un cable. Siempre creí que me protegías, hasta que me di cuenta de que estaba absolutamente sola, y entonces nos supe que hacer,
De todas formas, espero que tú estes bien. Deseo que haya algo al otro lado, que permita que un día nos veamos y podamos hablar de todo. Tantas veces te hablo, pensando que me oyes. Antes iba a verte, sola me sentaba en el marmol blanco y hablaba contigo, salía convencida no de que me oías, sino de que me escuchabas. Últimamente siento que te fuiste para siempre, o quizás te olvidaste. Si te crees que aquí esta todo controlado, olvidalo. Si puedes échame un cable, si no lo haces tú, nadie lo hará.
Te quiero papá, y te recordaré hasta que este contigo.

DEJAR DE FUMAR



Dejar de fumar es posible, aún cuando llevas treinta años haciéndolo. Aún cuando asocias cigarrillo a todo, a lo bueno, a lo malo. Te dan un disgusto, y enciendes un cigarrillo, algo que celebrar, primero el cigarrillo. Con él me he levantado, con él me he acostado. En él me he gastado una fortuna, me ha perfumado, me ha mareado, me ha dominado. He salido de casa a horas intespectivas a buscarle, nunca le he sido infiel, hasta ahora. Treinta años, creo que la única relación solida de mi vida. Si en algún momento no habia dinero para algo, que no fuera para él. Teniéndole a él, la sensación era de tenerlo todo o al menos tener lo que tenia que tener.
Me acompaño en mis juergas nocturnas, en mis noches de trabajo o estudio. En mis pinitos literarios o artísticos. Me ha acompañado en la cocina, palnchando, en el baño, después de la ducha, en mis viajes. Me ha acompañado a lo largo de prácticamente toda mi existencia.
Ahora te digo: adiós compañero del alma, te dejo, antes de que lo hagas tú. Te has llevado mis posibles ahorros, algún que otro lujo, mis angustias, mi voz, algún que otro trozo de pulmón. Me has camuflado sabores, olores, percepciones. me has quemado pantalones, tapicerías, abrigos. Me has hecho sentir culpable, salirme de locales, comer a la intemperie en invierno, buscarte deseperadamente, sonreír al enemigo. Me has manejado a tu antojo, durante trienta largos años.
Compañero mío, me he ido con los chicles de nicotina, con los chicles de fresa acída, con los caramelos respi. Y si soy franca, algunos días he vuelto a tí por una vez y hasta mañana lo puedo hacer (fecha limite), la despedida no podía ser tan fría después de tantos años, de toda una vida. ¿Y sabes?, cuando vuelvo a tí, siento que ya no te necesito, ya no me gustas tanto. Me gusta el momento de prender, pero después te detesto, no me sabes bien. No te hecho de menos tanto como pensaba. puedo vivir sin ti perfectamente. ¿Y si nunca te quise?, que paradoja.
Adiós compañero, y ya que te vas no vuelvas. puedes llevarte tus cosas; la peste, las colillas en la macetas, los ceniceros sucios, los monos, todo, todo lo tuyo, adiós.
Definitivamente este es un año de cambios sustanciales. ¡Ojala! todos sean tan fáciles como el que más difícil parecía.